Juan Pablo de la Vega Castañeda (Ciudad de México, 1986) es artista, matemático y fotógrafo. Su práctica tiene un origen transdisciplinar que transita entre las ciencias y las artes, siempre cuestionando los conceptos de valor y los marcos referenciales entre ambos mundos.
Su obra cuestiona cómo los medios digitales aprehenden la realidad y se convierten en mediadores de la experiencia del individuo, explorando conceptos como la identidad, la visión de las máquinas o la ontología de la imagen digital.
Desde pequeño siempre estuvo en contacto con la tecnología. Su padre es ingeniero electrónico y siempre fue un entusiasta curioso de todo avance tecnológico, especialmente computadoras familiares, personales –que no eran muy comunes en aquel entonces– y televisores modernos que despertaban la sorpresa y admiración de los amigos de sus hijos, que no sabían que lo que para ellos era cotidiano podía ser extraordinario.
De este modo el acceso a la tecnología siempre fue sencillo e inmediato para de la Vega, que a partir de ahí entendió las relaciones personales y sociales con la tecnología de una manera distinta, desarrollando un interés que permanece intacto hasta ahora.
“Si tuviera dinero infinito, me compraría todos los gadgets del mundo para abrirlos y ver cómo funcionan. Si tuviera que mencionar a un artista actual sería Nam Jum Paik, padre del arte digital y del videoarte desde los años 60 y 70, anticipándose al internet y a los teléfonos celulares, con otros nombres, claro, pero ya con las ideas muy claras”.
Sobre Paik, artista coreano, de la Vega comenta que dijo: «la historia del mundo dice que nosotros [los artistas] no ganamos los juegos, pero cambiamos las reglas de los juegos,» y esta idea ayuda a entender cómo se originó su interés por el arte.
Su primer encuentro con el arte fue durante la carrera –Matemáticas Aplicadas–, estuvo un año de intercambio en Alemania y ahí conoció la fotografía de la mano de un compañero. Gracias a ello encontró una manera de expresar cosas que no podía decir de otra manera, ciertas visiones del mundo que poner en palabras o en lenguaje científico era muy complejo y, en cambio, con imágenes se simplificaba considerablemente la comunicación.
“Eso abrió las puertas a buscar otras maneras de expresión, de inquietudes que tenía, de temas de los que quería hablar, incluída la tecnología. Mis preguntas eran más culturales sobre la tecnología y la ciencia que desde la ingeniería. Gracias al arte pude explorar muchas cosas, empezando por la fotografía. Luego extrañé la parte científica y rigurosa y entonces encontré una maestría sobre cómo hablar sobre la ciencia y la tecnología con el arte; ahí se conectaron las dos cosas. Ese fue el boom. Encontré el lenguaje, el público y el interés desde la investigación artística, científica y teórica. No estaba solo.”
De pronto ya estaba hablando sobre tecnología desde el arte. Quizás el primer paso fue usar herramientas que aprendió de las matemáticas para hacer cosas artísticas. Las fotografías, afirma, básicamente son matrices.
Al momento de querer combinar dos fotos por columnas de píxeles, utilizó una herramienta en Photoshop pero lo encontró tan monótono que pensó que seguramente lo podía programar, y así lo hizo.
“Fue la primera vez que quise hacer algo así, ese fue el primer paso. El segundo fue cuando apliqué a una maestría en Viena. Parte del examen de 5 días era hacer un proyecto reinterpretando el concepto de mapa e hice uno que hablaba de la gente que me rodeaba, de identidad –la identidad fue algo importante al principio, sobre todo saliendo de las matemáticas al arte. Mucho de mi trabajo inicial exploraba el concepto de identidad: quién soy, dónde se define el ser– e hice el mapa a través de Facebook: la gente se presenta como prefiere en su perfil, entonces extraje los dos colores principales de las imágenes de mis amigos y los monté en una cuadrícula, generando un mapa emocional.”
Aleatorizar imágenes programáticamente y extraer elementos de ellas fue lo primero que hizo, pero le faltaban herramientas teóricas. Estaban las inquietudes pero faltaba entender cómo hablar sobre ellas hasta que leyó sobre posthumanismo y filosofías que hablaban sobre tecnología. Allí entendió las preguntas que quería hacer desde el arte.
“En la primaria nos enseñan: planteamiento, operaciones y resultado. Si no puedes plantear un problema bien, nunca vas a poder empezar a averiguar cómo resolverlo.”
A de la Vega le gusta la relación entre el hombre y la naturaleza, así como la visión oriental de la relación entre el hombre y la tecnología, que es mucho más natural que para los occidentales.
“La abstracción es una herramienta muy útil: ayuda a sacarlas [las preguntas] de su contexto y reconcretalizarlas de modos diferentes para entenderlas desde la esfera del arte.”
En México su primer acercamiento fue con Emilio Chapela, y de ahí empezó a conocer a mucha gente dedicada a la conjunción del arte y la tecnología aquí.
A veces la tecnología puede ser engañosa y hacernos pensar lo contrario de lo que hace. En un concierto, por ejemplo, los teléfonos no están registrando ni expandiendo experiencias. El artista nos dice:
“A veces la tecnología propone cosas para ser más eficientes pero sólo nos distrae. La capacidad humana es limitada. Si empezamos a depender de las máquinas dejamos de hacer otras cosas. El arte consiste en encontrar el punto medio.”
Su obra analiza las tensiones entre la percepción humana y la tecnología, así como su impacto en las esferas sociales, culturales y económicas.
Sigue las últimas noticias sobre su trabajo en Instagram como @jp.delavega
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